El conteo visual de reos se practica en las cárceles de Guatemala desde 1875, cuando se inaugura el Sistema Penitenciario (SP) como lo conocemos y, según el Ministerio de Gobernación, el recuento se sigue efectuando de la misma manera 160 años después.
En la actualidad, aún no llega la tecnología de reconocimiento dactilar o facial a las prisiones, y ese mecanismo antiguo pudo haber facilitado, según el Ministerio Público (MP), la fuga de 20 reos integrantes de la pandilla Barrio 18 de la cárcel Fraijanes 2.
Este escape masivo es diferente; pero, en el historial del sistema carcelario nacional, no es el único.
Sin rastro
Lo descubierto el 11 de octubre último en una requisa administrativa promovida por el SP constituye una de las fugas masivas más escandalosas en la historia del país. La hipótesis del MP es que los 20 reos escaparon caminando en tres grupos y usaron el ingreso principal del penal; no hubo disparos ni guardias que los persiguieran, solo caminaron hacia su libertad, sin oposición. La teoría pareciera una escena sacada de una película, pero no lo es.
En el país funcionan hoy 22 cárceles y solo hay espacio para seis mil 842 reos; sin embargo, la población es de 23 mil 382 privados de libertad en esas instalaciones, y el hacinamiento es del 242%. Esta sobrepoblación es uno de los desafíos para las autoridades, pero los reclusos han transformado esa crisis en un sistema de anarquía dentro de los penales, al punto de lograr fugas difíciles de detectar.
El escape lo investiga la Fiscalía de Delitos Administrativos del MP. Se sospecha que la facilidad con la cual salieron del presidio los 20 reos —uno fue recapturado— se debe a que hubo complicidad de los guardias del SP. En la actualidad la Fiscalía trabaja en establecer “una línea del tiempo” porque no se tiene certeza desde cuándo se fugaron los reclusos.
Los fiscales indagan todas las hipótesis del caso: el escape en camiones, la evasión al fingir ser visitantes y la complicidad de guardias de esa prisión.
La huida tuvo que ocurrir entre junio último y el mes en curso, según los investigadores. En una requisa hecha el 6 de junio del 2025, en Fraijanes 2, algunos privados de libertad fugados brindaron entrevistas a periodistas. Uno de ellos fue Edwin René Ramírez Iboy, conocido en la pandilla del Barrio 18 como Crosty. En esa ocasión, les decomisaron televisores, refrigeradoras y microondas, y Ramírez justificó ante la prensa la tenencia de los electrodomésticos. Detrás de él, en un video publicado en redes sociales, aparece Esvin Estuardo Herrera Ardiano, alias Little Spider, otro recluso que huyó de prisión.
Una de las debilidades expuestas en este caso es la manera en que los reos son registrados. Por ello, pasaron varios días o semanas para tener el recuento certero. Los guardias usan lapicero y una hoja, y luego cuentan a la población que ven. No hay tecnología que ayude a darle certeza al proceso; todo se confía a la honestidad de los guardias.
“Siempre ha sido el conteo por vista; ese método es histórico en el sistema de cárceles de Guatemala. Se han hecho intentos por implementar nuevas tecnologías, pero poco o nada se logra. En las prisiones se acostumbraba a realizar dos recuentos todos los días, uno por la mañana y otro por la noche, para tener un control respecto de la población reclusa, pero no sé en qué momento se perdió”, señala Margarita Castillo, exdirectora del Sistema Penitenciario.
La Fiscalía desarrolla la investigación para descifrar cómo se planificó el escape, pero el proceso es complejo. El sistema de videocámaras de Fraijanes 2 “no sirve”, asegura una fuente del caso. Algunas cámaras apuntan a los techos, otras tienen los cables cortados; por lo tanto, no hay grabación de la fuga de los 20 reos. Antes de detectar este caso, las autoridades ejecutaron cuatro requisas: en abril, junio, agosto y octubre.
El hecho se repite. No es la única evasión en la historia del funcionamiento de las cárceles del país. En los penales ha habido escapes, intentos frustrados de fugas, crímenes y motines violentos. “Las carencias y el funcionamiento del Sistema Penitenciario están marcados por su deficiente desempeño, y que se fuguen 20 privados de libertad no es nuevo; pero sí tiene un impacto gravísimo en el sistema de seguridad del país y en la percepción ciudadana”, advierte Castillo.
Escape, de película
Al estilo del narcotraficante Joaquín el Chapo Guzmán hace 20 años de la cárcel El Infiernito, en Escuintla —actualmente, Renovación 1—, se fugaron 19 reos vía un túnel de 200 metros de longitud. Las imágenes de ese escape impresionaron, debido a que se notó un gran trabajo en excavar ese conducto. Algunas fuentes de esa época catalogaron esa huida como “espectacular”.
Esa evasión pudo haber ocurrido entre la noche del viernes 21 de octubre y la madrugada del sábado 22 de octubre del 2005. El conteo de ese sábado en la mañana alertó a las autoridades porque las cuentas no estaban cabales: faltaban 19 reos en el sector A. En esa ocasión, vecinos relataron a investigadores y a Prensa Libre que la madrugada del sábado habían observado tres camionetas en la ruta a unos 200 metros del ingreso principal al reclusorio.
“No salimos, por temor, pero estoy segura de que algunos de los presos se fueron en esos carros”, relató una mujer que atestiguó la presencia de vehículos. El túnel estaba bien elaborado para escapar; tenía energía eléctrica y se habían instalado ventiladores en los 200 metros de longitud, para que los reclusos no se asfixiaron al escapar.
Carlos Vielmann era el ministro de Gobernación en el 2005, y por esta fuga masiva señaló que había habido complicidad de los guardias del SP. La primera decisión fue destituir al director del SP, Francisco De la Peña, y 20 guardias que resguardaban el penal fueron puestos a disposición del MP. El director de El Infiernito, Carlos Hernández, también fue separado del cargo y consignado, por supuesta vinculación en la huida.
“Esto, definitivamente, es responsabilidad de varias personas, y pedimos apoyo para investigar a las autoridades penitenciarias, porque estoy seguro de que estas tienen algo que ver”, afirmó Vielmann en una rueda de prensa que ofreció en esa época, en el exterior de la prisión.
Según las investigaciones de aquel momento, los reclusos excavaban el túnel por las noches y, para no levantar sospechas por la tierra que extraían, la fueron disolviendo en agua y la dejaban caer por el alcantarillado. Algunos privados de libertad señalaron que guardias ayudaron a sacar botes con tierra. El agujero del conducto estaba escondido bajo una plancha de concreto; asimismo, pasaba por debajo de los patios de recreo y los tres cercos de malla que protegían el penal, incluida una electrificada. El túnel conectaba con un terreno baldío, y justo se ubicó a un metro de la malla de seguridad.
Dos días antes de la fuga en la prisión de El Infiernito, la Policía Nacional Civil desarrolló una requisa y nadie descubrió el túnel del sector A. Esto se asemeja al escape masivo de Fraijanes 2: el 8 de octubre hubo revisión y, tres días después, se confirma la evasión.

La huida más grande
Era el domingo 18 de junio del 2001. Varias personas visitaban a presidiarios cuando se empezaron a escuchar disparos. Reclusos armados obligaron a los visitantes a quedarse en el suelo mientras se estaba registrando la fuga más grande de la historia de las cárceles en Guatemala; fueron 78 reclusos quienes escaparon de El Infiernito.
En esa ocasión, los visitantes relataron que hubo unos 20 minutos de disparos continuos; además, fueron intimidados por los reos. El objetivo de los presos era llegar a la puerta principal, para salir de la cárcel.
«A mí me pusieron la pistola en la cabeza; me dijeron que, si volteaba a ver, me dispararían. Incluso me llevaron al área de las celdas de visita conyugal, donde se oían gritos y disparos», explicó un hombre que estaba de visita cuando ocurrió el escape. Los reos, al salir de la cárcel, dejaron tiradas dos granadas de fragmentación M-26, las cuales no tenían espoletas y no estallaron.
En la puerta principal hubo más disparos; los reclusos atacaron a balazos a un guardia, que murió. Una agente de la PNC intentó detenerlos, pero quedó herida y, dos horas después, falleció en el hospital. Fue identificada como Arely Floridalma Pérez. Testigos detallaron que fue la única policía que trató de frenarlos.
La huida prosiguió con violencia, fuera de la cárcel, ya que los reclusos interceptaron un autobús y obligaron al conductor a salir del área. Los pasajeros quedaron en pánico al ver a los hombres armados. En el kilómetro 69 de la ruta al Pacífico, todos los pasajeros fueron pasados a otra unidad de transporte y los fugados continuaron hasta el kilómetro 76 de esa carretera, donde huyeron entre la maleza. Hubo un grupo de reclusos que robó una camioneta, y en Escuintla fueron copados por la Policía. Hubo disparos y murió el reo Morris Edgardo Coto Peñati, en cuya mano derecha sostenía una pistola.
Byron Barrientos era el ministro de Gobernación y ofreció recompensa de Q200 mil para los ciudadanos que proporcionasen pistas para dar con el paradero de los fugados. El funcionario dio a conocer la captura de 16 custodios, así como del director y el subdirector de esa prisión. «Vamos a deducir responsabilidades. Esta fuga estaba planeada desde mucho tiempo atrás», recriminó Barrientos en esa época.

Rehenes y fuga
El 11 de enero del 2000, 11 reclusos de alta peligrosidad y condenados a muerte se fugaron del Centro Preventivo para Varones de la zona 18, luego de haber tomado como rehén al director, Nery de León Sosa. Entre los fugados se encontraban miembros de tres de las bandas más peligrosas del país en esa época: la de Lico, Los Pasaco y El General, algunos de cuyos integrantes ya estaban condenados a pena de muerte, sentenciados por secuestro y asesinato.
Para salir, los reos retuvieron a Carlos René Álvarez, conductor del camión a quien le ordenaron que acelerara, y fue así como embistieron la primera puerta, cuya cadena y candado cedieron.
Al llegar a la última puerta, la cual da al exterior del penal, un guardia intentó cerrarla, pero se hizo a un lado pues temió ser arrollado por el camión.
Un testigo que estaba frente a una caseta relató que el conductor detuvo el automotor por unos segundos, e incluso levantó las manos, para que no le dispararan. Al ver la indecisión del guardia, quien estaba desarmado, los reclusos le ordenaron continuar la marcha.
El soldado Elman Antonio López, quien en esa ocasión montaba guardia fuera de la prisión, no disparó en contra de los reclusos y les dio oportunidad para que lo atacaran a balazos. Murió de tres tiros.
En solitario
Las fugas en las cárceles del país también tienen capítulos peculiares. En el 2016, Marixa Ethelinda Lemus Pérez, alias la Patrona, purgaba 94 años de prisión por ser la cabecilla de una banda dedicada al secuestro y sicariato, pero se fugó de la cárcel de mujeres Santa Teresa, en la zona 18 capitalina el 20 de mayo del 2016. Minutos después, fue recapturada en un área boscosa cerca del presidio.
Faltaban pocos días para que se cumpliera el año de su primera fuga de la cárcel y, el 11 de mayo del 2017, Lemus lo volvió a intentar. Esa vez las circunstancias habían cambiado, porque estaba recluida en la cárcel militar Mariscal Zavala.
Dos días después, el abogado de la Patrona, Byron Manuel Santos Galindo, fue capturado en un allanamiento en la vivienda de él, ubicada en la zona 18 de la capital. Las autoridades localizaron US$55 mil. Santos fue procesado por ayudar a la reclusa a huir.
Lemus estuvo prófuga 14 días. El 25 de mayo del 2017 fue recapturada en El Salvador. Había sido condenada porque en el 2014 ordenó el asesinato de su esposo, Álvaro Alfonso Mejía Estrada, y el móvil del crimen fue obtener el pago de un seguro de vida que este poseía.
Vestido de mujer
Una de las escenas recientes de fugas que causó burlas y fue poco creíble fue el escape de Banny Zambrano Llamas, el 28 de mayo del 2018, del Preventivo de la zona 18. La investigación determinó que logró huir vestido de mujer, con ayuda de una joven.
En el video se ve salir a Zambrano, para luego subir a un taxi que lo esperaba. Las autoridades confirmaron que había recibido ayuda externa para escapar, pero se investigó a los guardias porque no sospecharon que la mujer de cabello largo y vestido era en realidad el recluso, quien purgaba pena por matar a su esposa.
Zambrano cumplía una pena de 36 años de prisión, por haber asesinado a su esposa, Mitzie Alejandra Sánchez Makepeace, el 2 de julio del 2014.
Los investigadores lograron probar, en el juicio, que había matado a su esposa para cobrar un seguro de vida adquirido por ella por US$325 mil —unos Q2.6 millones—, y él era el único beneficiario. Han pasado 11 desde el crimen contra Sánchez, y Zambrano lleva siete años prófugo. En la actualidad, no hay pistas de su paradero.
Más reciente es la fuga de un reo extraditable a Estados Unidos y, a diferencia de otros escapes, este quedó grabado. La evasión de Cristhian Renato Rodríguez Gallardo, alias el Patojo, es otro caso que deja expuestas las debilidades de las prisiones en Guatemala.
Además, este reo consiguió evadirse de una base militar, de la prisión Mariscal Zavala el 17 de noviembre del 2021.
Según las grabaciones de la garita principal de ingreso, la fuga de Rodríguez ocurrió sin violencia. Una persona había ingresado por la noche en el penal y dijo ser su abogado. Horas después, salió caminando junto a Rodríguez y el guardia del SP les abrió la puerta.
El video dura un minuto y ha sido una de las pruebas que se presentaron por este caso. Un mes después de su escape, fue detenido —el domingo 19 de diciembre— en la Avenida de La Reforma y 14 calle, zona 9 capitalina, cuando se desplazaba en un picop junto a otra persona, que también fue detenida.
Cárceles en abandono
Castillo señala que el “historial de fugas” solo demuestra “el abandono al Sistema Penitenciario”, porque no se le asignan más recursos y ni se le dota del personal adecuado para custodiar a los reos en las prisiones. Asimismo, remarca que la asignación de recursos financieros para esta institución es “muy baja” e hizo ver que, de seguir “con presupuesto paupérrimo, poco se puede hacer”. Es una situación difícil de encontrarle mejoras, si no hay cambios reales.

Motines y crímenes
Las cárceles tienen episodios sangrientos con crímenes y revueltas. Uno de los casos más conocidos ocurrió el 12 de febrero del 2003 en el Centro Preventivo para Varones de la zona 18, cuando reclusos se disputaron el dominio de esa cárcel. Esa ocasión, un grupo de pandilleros denominados los Cholos se enfrentó a militares que estaban recluidos y reclamaban privilegios adicionales al resto de los privados de libertad.
Se determinó que reclusos del sector 7 sobornaron a guardias para dejarlos salir de sus celdas y se dirigieron al sector 8, donde había policías y militares presos. En ese ataque murió por heridas de machete Obdulio Villanueva, condenado, en junio del 2001, a 30 años de cárcel por el crimen contra monseñor Juan José Gerardi. Luego, los pandilleros decapitaron a tres reclusos, entre quienes se encontraba Villanueva; las cabezas fueron exhibidas e incluso jugaron futbol con ellas.
Operación Pavón
El 25 de septiembre del 2006 se desarrolló una requisa a gran escala en la Granja Penal de Pavón, en Fraijanes. El operativo tuvo como objetivo desarticular el Comité de Orden que controlaba la cárcel y a los reclusos. En total, murieron siete presidiarios, aunque luego surgieron sospechas por abusos de las autoridades e implantación de pruebas en esa operación.
En Pavón, el control del Comité de Orden —integrado por reos— era tan fuerte que, en 10 años, las autoridades del Sistema Penitenciario no habían logrado efectuar un conteo de la población reclusa, y el registro lo llevaba esta misma. En el operativo participaron mil 700 policías, 200 soldados y 100 guardias del SP. Las autoridades entraron en la prisión a las 2 horas, luego de haber abierto agujeros en mallas para que los policías pudieran rodear desde cuatro áreas a los mil 651 reclusos.
Acribillados
Meses después, otro escándalo sacudió al sistema carcelario de Guatemala. Cuatro policías señalados de haber ultimado a tres diputados al Parlamento Centroamericano fueron acribillados en su celda, en la cárcel El Boquerón, en Santa Rosa, el 25 de febrero del 2007. Los policías muertos fueron José López Arreaga, Marvin Escobar Méndez, José Adolfo Gutiérrez y Luis Arturo Herrera.
Los agentes fueron detenidos el 22 de febrero del 2007 y, cuatro días antes, los diputados habían sido asesinados en El Jocotillo, Villa Canales, el 19 de febrero. Los agentes debieron estar recluidos en el Centro Preventivo para Varones de la zona 18, pero por no haber celdas individuales fueron trasladados a El Boquerón.
Un grupo de pandilleros se atribuyó la muerte de los policías y así lo justificó: “Se hizo porque les advertimos a las autoridades que no podían traer a la cárcel este tipo de gente”. Otros reclusos relataron que fue un comando armado el que ingresó en la prisión y les disparó a los agentes recluidos.