En su primer mandato, el presidente Donald Trump obligó a las empresas a dejar de depender de China. Ahora está presionando a los países para que expulsen a China de sus cadenas de suministro.
Un pacto comercial preliminar entre Vietnam y Estados Unidos anunciado el miércoles es el paso más significativo hasta ahora hacia ese objetivo. Aunque los detalles son escasos, las exportaciones vietnamitas a Estados Unidos se enfrentarán a un arancel del 20 por ciento, menor que la tasa mucho más alta con la que Trump había amenazado.
Pero, sobre todo, el acuerdo impondría un arancel del 40 por ciento a cualquier exportación de Vietnam clasificada como transbordo, es decir, mercancías que se originan en otro país y simplemente pasan por Vietnam.
La sanción apunta a China, que ha utilizado a Vietnam y los países vecinos para eludir los aranceles estadounidenses sobre sus mercancías. Y podría convertirse en una característica de los acuerdos comerciales de Estados Unidos con otros gobiernos del sudeste asiático, que intentan evitar los aranceles astronómicos que entrarán en vigor el miércoles.
Los negociadores comerciales de Trump están presionando a los vecinos de Vietnam orientados a la exportación, como Indonesia, para que reduzcan la cantidad de contenido chino en sus cadenas de suministro. Están pidiendo al gobierno de Tailandia que controle las inversiones extranjeras entrantes, con la esperanza de impedir que las empresas chinas se instalen en el país. Incluso están presionando a algunos países para que consideren la posibilidad de controlar la exportación de tecnología como los semiconductores.
“El gobierno de Trump está diciendo: ‘Necesitamos ver una disociación estratégica si van a ser socios comerciales de Estados Unidos’”, dijo Steve Okun, director ejecutivo de APAC Advisors, una consultora geopolítica. “La cuestión es si los países aceptarán eso”.
Los esfuerzos de Estados Unidos por aislar a China aumentan las vulnerabilidades a las que se enfrentan los países del sudeste asiático, una región estratégicamente importante para Pekín y que ya se encuentra en primera línea del dominio chino del comercio y la fabricación mundiales. El jueves, el Ministerio de Comercio chino dijo que estaba “realizando una evaluación” del acuerdo entre Estados Unidos y Vietnam, y añadió que se oponía firmemente a cualquier acuerdo que se produjera “a expensas de los intereses de China” y que tomaría “contramedidas para salvaguardar sus derechos e intereses legítimos”.
Las condiciones comerciales que Estados Unidos y Vietnam han acordado hasta ahora dependerán también de cómo estas se definan: por ejemplo, qué cantidad de insumos chinos se permitirá en las exportaciones vietnamitas y cómo se aplicarán.
Vietnam tenía todas las de perder al iniciar las conversaciones comerciales con Estados Unidos. Trump amenazó al país con un impuesto a la importación del 46 por ciento sobre sus productos, lo que provocó una conmoción en sectores como el calzado, la confección y la electrónica, que han llegado a depender del país como alternativa a China.
La incertidumbre provocada por la amenaza de aranceles de Trump pesaba sobre las empresas vietnamitas.
Un arancel del 20 por ciento no era el mejor escenario para nadie, dijo Tran Quang, ejecutivo de una empresa de fragancias para el hogar que exporta casi todos sus productos a Estados Unidos. “Pero no es tan malo”, dijo.
Añadió que apoya el arancel más elevado sobre el transbordo porque podría ayudar a las empresas locales vietnamitas que se enfrentan a la competencia desleal de las empresas chinas que han invertido en Vietnam para eludir los aranceles.
“Hay muchas empresas pequeñas chinas que vienen a Vietnam solo para reetiquetar sus productos antes de exportarlos a Estados Unidos”, dijo.
El comercio y la inversión de las empresas chinas han contribuido a impulsar el crecimiento económico en Vietnam y en la región, pero el sudeste asiático está luchando para rechazar el torrente de mercancías procedentes de China que están dejando fuera de juego a las empresas nacionales. En los últimos años, con la economía china amenazada por una crisis inmobiliaria, el gobierno ha subvencionado fuertemente las fábricas, lo que ha provocado un aumento de las exportaciones chinas a todo el mundo.
Pero las limitaciones para el comercio chino en la región corren el riesgo de desencadenar reacciones en cadena que podrían perjudicar a los países del sudeste asiático.
La falta de información publicada hasta ahora sobre el acuerdo con Vietnam hace imposible calibrar plenamente su impacto, dijeron los expertos. El transbordo podría referirse a productos originarios de China. También podría incluir cosas que se fabrican en Vietnam pero tienen un determinado porcentaje de piezas chinas.
Pero si los límites sobre los componentes chinos acaban siendo estrictos, las empresas estadounidenses podrían trasladar su producción fuera de Vietnam, dijo Matt Priest, director ejecutivo de la organización comercial Distribuidores y Minoristas de Calzado de Estados Unidos.
“Si es demasiado pesado o difícil de cumplir, las empresas no aprovecharán la oportunidad de aumentar el aprovisionamiento desde Vietnam”, dijo. “Puede que incluso vuelvan a China si es competitiva en precio”.
El pacto con Vietnam también deja en incertidumbre a las empresas, que esperan a ver qué tipo de aranceles y restricciones sobre China aceptan otros países del sudeste asiático en posibles acuerdos con el gobierno de Trump.
Las restricciones sobre la cantidad de contenido chino en los productos exportados también suponen una carga para los funcionarios de aduanas locales, a quienes nunca se había pedido que examinaran las exportaciones tan de cerca, lo que plantea dudas sobre su eficacia. Algunos países incluso han debatido la creación de cadenas de suministro totalmente diferentes para Estados Unidos.
Washington también corre el riesgo de poner en bandeja para Pekín algunos países que están profundamente integrados en la economía china.
A muchos gobiernos asiáticos les preocupa cómo podría responder China a los acuerdos que pretenden aislar a las empresas chinas. Pekín ha demostrado que está dispuesta a tomar medidas de represalia cada vez más agresivas, como boicotear productos y restringir los minerales críticos de los que dependen sus vecinos. También ha recurrido a intensificar las tensiones en el mar de China meridional, donde ha reclamado militarmente gran parte de la vía marítima.
“Políticamente, tenemos que andar con cuidado entre las dos superpotencias”, dijo Pavida Pananond, profesor de negocios internacionales en la Universidad Thammasat de Tailandia. “China es una potencia económica muy importante, no solo como importadora de bienes, sino como fuente de inversiones y destino de exportaciones”.
Los países del sudeste asiático han tomado sus propias medidas para reforzar la vigilancia y la aplicación de los transbordos en las últimas semanas, lo que proporciona una idea de lo que podrían acordar en sus propios pactos comerciales con Washington.
En Tailandia, donde Trump ha amenazado con imponer aranceles del 36 por ciento, el gobierno ha calculado que sus medidas para examinar de cerca las exportaciones por transbordo podrían reducir sus exportaciones a Estados Unidos en 15.000 millones de dólares, lo que equivale a un tercio del superávit comercial de Tailandia con Washington del año pasado. También ha prometido examinar más de cerca las inversiones extranjeras en ámbitos como el de los vehículos eléctricos, en el que las empresas chinas han invertido mucho dinero para traer a Tailandia a sus propios proveedores.
Las autoridades de Malasia e Indonesia han endurecido las normas de exportación para garantizar que los envíos a Estados Unidos estén documentados con exactitud. Ambos países también han centralizado la autoridad para expedir certificados de exportación.
Incluso antes de que se llegue a ningún acuerdo comercial, el gobierno de Trump ya está modificando la forma en que la región ve a China.
“La idea es expulsar a China”, dijo Deborah Elms, responsable de política comercial de la Fundación Hinrich, organización dedicada al comercio.
Pero para países como Vietnam, aceptar lo que quiere Estados Unidos es arriesgado desde el punto de vista geopolítico.
“Es una apuesta arriesgada ver cómo responden Estados Unidos, China y las empresas de tu país”, dijo Elms.