La Semana Santa chapina necesita cuidado y respeto

La Semana Santa chapina necesita cuidado y respeto

Catalejo

Las tradiciones deben mantenerse vivas porque afianzan las particularidades de los países.

Las extraordinarias celebraciones guatemaltecas de la Semana Santa, iniciadas desde mañana con las procesiones, la llenan de una serie de características únicas y sobrepasan su principal motivo puramente religioso, con una liturgia específica, para constituir un fenómeno único integrante de la cultura nacional en un campo más amplio. Tiene su propia música, las marchas; su propia vestimenta, la de los cucuruchos; su propia comida, y constituye además un importante fenómeno económico para la gente nacida aquí, gracias a los ingresos derivados del turismo. Desde hace algunos siglos es una tradición, con algunos cambios debidos al paso del tiempo, pero ha llegado el momento de comenzar a cuidarla de mejor manera a como se ha hecho hasta ahora.

Una cosa es mejorar a una procesión gracias al uso de plantas eléctricas portátiles para iluminar por la noche el paso de las andas y así engalanarlas con luz, y otra muy distinta eliminar o afectar algunas de las tradiciones y sustituir la comida tradicional —como el ayote en dulce, bacalao— con hot dogs o elotes mezclados con crema, por ejemplo. Tras las andas y después de las bandas con las marchas tradicionales, cuna de obras musicales de autores desafortunadamente poco conocidos, caminan vendedores de una mezcla de artesanías propias, como las granizadas de hielo raspado y jarabes de sabores y colores brillantes. Ahora se han convertido muchas veces en bebidas con elementos nuevos, como son las frutas, la canela, preparadas con maquinitas manuales.

Considero a la Semana Santa guatemalteca como un tesoro cultural basado en lo religioso pero ahora convertido en parte del alma nacional y de la guatemalidad.

También sobresale el elemento tan específicamente bello y muy propio de las alfombras de aserrín, otro arcoíris colocado en las calles, con efímera vida porque son necesarios días para pintar el aserrín y preparar los diseños para colocarlo y dar forma a esa peculiar y única manera de alabanza religiosa. En pocos minutos, los pasos de los cucuruchos y de quienes siguen a las andas se encargan de deshacerlas. Desde hace algunos años, la comuna capitalina envía maquinaria pesada para recoger los restos de las alfombras, pero al colocarlos a muy pocos metros, parece como si hubiera una urgencia de acabar con todo vestigio. Se entiende la motivación de limpieza, pero no la decisión de hasta interrumpir la solemnidad del paso de las andas.

Un factor innegable es tratarse de una festividad religioso-cultural celebrada en todo el país. Por ello en varios departamentos se puede ver a los cofrades con sus bellas y simbólicas vestimentas, el lamento de las notas de la chirimía y del tambor, ambos presentes desde tiempos coloniales. La Semana Santa es una celebración a todo lo alto, y la presencia de feligreses para ver pasar las andas —cuyo diseño es otra maravillosa forma de ingenio popular— supera en número a cualquier reunión de ciudadanos en el campo político-partidista. Por eso puede ser calificada como la celebración de las celebraciones, ahora con la posibilidad de ser vista por millones de personas, gracias a las transmisiones televisadas en directo y narradas por conocedores de la tradición y la liturgia.

Las tradiciones necesitan cuidado. Países como Inglaterra las mantienen sin cambio alguno desde hace siglos, porque hay nuevas generaciones sustitutas y enseñadas a apoyarlas, admirarlas, y sentir orgullo nacional. Las procesiones infantiles, con sus cargadores de corta edad, tienen ese papel fundamental porque el tiempo no pasa de balde y los cargadores van envejeciendo o van abandonando el mundo. Por aparte, las procesiones son fuentes de recuerdos familiares, sea porque algún antepasado cargaba o porque ayuden a la permanencia en la memoria de reuniones con quienes ya no están. Por eso considero a la Semana Santa guatemalteca como un tesoro cultural basado en lo religioso pero ahora convertido en parte del alma nacional y de la guatemalidad.

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