Trump reafirma sus intenciones arancelarias y los países se preguntan cómo avanzar

Trump reafirma sus intenciones arancelarias y los países se preguntan cómo avanzar

En los últimos tres meses, naciones de todo el mundo trataron de evitar nuevos aranceles que castigarían sus economías mediante la cesión de algo que el presidente Donald Trump pudiera desear.

Indonesia ofreció comprar US$34 mil millones más en cultivos y combustibles estadounidenses. Tailandia propuso reducir muchas de sus propias barreras comerciales y comprar más aviones de fabricación estadounidense. Japón estaba dispuesto a comprar más gas natural licuado durante las próximas dos décadas.

Pero a medida que se acercaba la fecha límite del 9 de julio, autoimpuesta por Trump, esas súplicas no importaron mucho. Las 14 cartas que publicó en internet el lunes, dirigidas en su mayoría a países de Asia, coincidían en gran medida con las tasas fijadas en abril, antes de que diera marcha atrás y concediera a decenas de países 90 días para negociar acuerdos que satisficieran la exigencia de la Casa Blanca de un comercio más equilibrado.

“Hemos tenido años para debatir nuestra Relación Comercial con Tailandia y hemos llegado a la conclusión de que debemos dejar atrás estos Déficits Comerciales a largo plazo, y muy persistentes, generados por las Políticas Arancelarias y No Arancelarias y las Barreras Comerciales de Tailandia”, escribió Trump, y cambió solamente el nombre de los países en otras misivas que, por lo demás, eran prácticamente idénticas.

Este nuevo torrente ha dejado a países grandes y pequeños, casi todos ellos aliados de Estados Unidos desde hace mucho tiempo, con profundas preguntas sobre cómo avanzar con la mayor economía de consumo del mundo cuando las negociaciones sobre los conflictos comerciales son laboriosas y los plazos se amplían sin previo aviso.

“Muchos en Asia van a preguntarse: ‘¿Es así como Estados Unidos trata a sus amigos?’”, dijo Manu Bhaskaran, director ejecutivo de Centennial Asia Advisors, una empresa de investigación. “¿Se producirá un daño permanente a la posición y los intereses estadounidenses en Asia y en otros lugares a causa de estas burdas amenazas y este lenguaje desagradable?”.

Las naciones asiáticas construyeron en gran medida sus economías para abastecer a Occidente. Los anuncios de Trump equivalen a una declaración de que la relación debe cambiar fundamentalmente, y las reacciones de los actores regionales conllevan vastas implicaciones para el flujo de mercancías y los contornos de la geopolítica en los próximos años.

Con los anteriores aranceles de Trump sobre los automóviles y el acero, así como un arancel para China relacionado con el fentanilo, el arancel promedio considerado para los productos procedentes de Asia aumentaría al 27%—frente al 4.8% en enero— si todos los aranceles anunciados entraran en vigor el 1 de agosto, según cálculos de Morgan Stanley. Esa tasa podría aumentar aún más si Estados Unidos cumple sus amenazas de imponer aranceles separados a los productos farmacéuticos y los semiconductores.

Los economistas esperan que los aranceles, que Trump ve como una forma de reactivar la fabricación estadounidense y añadir ingresos al presupuesto federal, reduzcan las importaciones estadounidenses. Las empresas estadounidenses, así como sus socios comerciales en el extranjero, sufrirían menores márgenes de ganancia, ya que los gravámenes del gobierno se dividen entre consumidores, importadores y exportadores. Las empresas se quedarían con menos dinero para pagar salarios e invertir en su crecimiento.

Frente a las acusaciones que ha hecho Trump de prácticas comerciales desleales, algunos países de su lista de correos del lunes tienen pocas cosas con que negociar. Corea del Sur, por ejemplo, inauguró hace 13 años un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos que ha reducido a cero casi todos los aranceles entre ambos países.

El recién elegido presidente de Corea del Sur, Lee Jae Myung, intentó hacer ofertas, como la cooperación para ayudar a Estados Unidos a reconstruir su industria naval. En los últimos días, envió a su principal negociador comercial y a su asesor de seguridad nacional para que se reunieran con funcionarios del gobierno de Trump e intentaran llegar a un acuerdo.

Sin embargo, Corea del Sur se encontró con un arancel del 25%, igual al que fue suspendido en abril. Aunque los nuevos aranceles no entrarán en vigor hasta el 1 de agosto, lo que crea una ventana para desescalar, sigue sin estar claro qué podría persuadir a Trump para que ceda.

“Estamos haciendo todo lo posible para lograr un resultado mutuamente beneficioso para ambas partes, pero hemos sido incapaces de establecer lo que cada parte quería exactamente de la otra”, dijo Lee el jueves pasado.

En varios casos, los dirigentes de Asia expresaron su desesperación por haber vuelto al punto de partida, incluso cuando participaban activamente en las conversaciones. Una delegación tailandesa se había reunido la semana pasada con Jamieson Greer, representante comercial estadounidense, y con un alto funcionario del Departamento del Tesoro, solo para recibir una tasa del 36 por ciento en la descarga de Trump del lunes.

“Creo que es un poco contradictorio”, dijo Phumtham Wechayachai, primer ministro en funciones de Tailandia. “Negociamos con los representantes comerciales, el intermediario designado para negociar. Sin embargo, la Casa Blanca, las partes relacionadas, enviaron la carta”.

El desconcierto no se limitó a Asia. Las mercancías procedentes de Sudáfrica se enfrentarán a un arancel estadounidense del 30 por ciento, según una carta de Trump al presidente Cyril Ramaphosa. En una declaración realizada el lunes, el dirigente sudafricano dijo que el tipo arancelario se basaba en una “interpretación controvertida” de la balanza comercial entre su país y Estados Unidos. Alrededor de tres cuartas partes de los productos estadounidenses se venden en Sudáfrica sin ningún arancel, señaló Ramaphosa.

Ramaphosa ha buscado garantías de que su país podía confiar en Estados Unidos como mercado para sus productos e inversor en su economía, que sufre un elevado desempleo y un bajo crecimiento. Pero tras recibir la carta de Trump, Ramaphosa instó a sus negociadores comerciales y a las empresas sudafricanas a “acelerar sus esfuerzos de diversificación”, y así reducir la dependencia del comercio estadounidense.

Hay una pista importante sobre lo que Trump podría querer en el acuerdo que alcanzó la semana pasada con Vietnam. Ese país ha aceptado en principio un arancel del 40% sobre cualquier mercancía que atraviese sus fronteras procedente de China, lo que ha sucedido cada vez con más frecuencia a medida que Estados Unidos ha ido aumentando las barreras a las mercancías procedentes directamente de China.

Una cláusula similar aparece en todas las cartas enviadas el lunes, declarando que “las mercancías transbordadas para eludir un arancel más elevado estarán sujetas a ese arancel más elevado”. En la práctica, el gobierno de Trump está obligando a los países a elegir entre China y la mayor economía de consumo del mundo, Estados Unidos. No es una decisión fácil de tomar, ni de llevar a cabo.

Tomemos como ejemplo los semiconductores, un componente esencial para todo, desde los iPhones hasta los automóviles. Las empresas taiwanesas y surcoreanas han dominado la producción de chips durante décadas, pero la cadena de suministro es compleja y especializada, con materiales y equipos procedentes de Japón y laboratorios de pruebas en Malasia. Ahora tienen fábricas en China y venden allí muchos de sus chips, un acuerdo que ha disgustado a Washington, que quiere frenar el avance de China en el desarrollo de la inteligencia artificial.

“En realidad, Estados Unidos no quiere aranceles cero ni un acuerdo de libre comercio con estos países”, dijo Hsien-Ming Lien, presidente de la Institución Chung-Hua de Investigación Económica, un grupo de expertos de Taipéi, Taiwán. “Lo que Trump quiere hacer realmente es construir una cadena de suministro manufacturera que tenga la menor influencia posible de China”.

Para algunos países, China puede parecer una mejor opción, ya que ha ofrecido tanto inversiones como un mercado voraz para algunas exportaciones.

Kazajistán, en Asia Central, al que Trump ha amenazado con imponer un arancel del 25 por ciento, es uno de esos países que deben elegir entre las superpotencias económicas.

A lo largo de los años, Estados Unidos había sido un gran inversor en Kazajistán, principalmente en proyectos de petróleo y gas. La inversión estadounidense en el país disminuyó en los últimos años, pero empezó a aumentar de nuevo en 2024, cuando el gobierno concedió más licencias mineras. También ha anunciado recientemente un importante descubrimiento de tierras raras.

El mes pasado, Kazajistán anunció que había acordado cooperar con China en los sectores energético, aeroespacial, agrícola y de comercio electrónico. Kasim-Yomart Tokaev, presidente de Kazajistán, dijo tras reunirse con el máximo dirigente chino, Xi Jinping, que la relación entre ambos países había entrado en una nueva era dorada, en parte porque Pekín no imponía ninguna condición política a cambio de su cooperación.

Algunas economías asiáticas llevan años diversificando sus mercados más allá de Estados Unidos. Pero no existe una alternativa obvia si el aumento de los aranceles hace que sus productos resulten prohibitivamente caros para los estadounidenses. La región ya está inundada de productos procedentes de los esfuerzos de China por mantener su propio crecimiento impulsado por las exportaciones, y las brutales guerras de precios están reduciendo los márgenes de ganancia en todas partes.

En el Sudeste Asiático, Malasia parece estar atrapada, inquieta por la incertidumbre provocada por el gobierno de Trump, pero sin alternativas atractivas.

“Los exportadores malasios tienen que arreglárselas con precios menos competitivos de los productos que venden en el mercado estadounidense, mientras buscan nuevos mercados de exportación en otras partes del mundo que adopten un comercio justo y basado en normas”, dijo Lee Heng Guie, director ejecutivo del Centro de Investigación Socioeconómica de Malasia.

Los países también son muy conscientes de que Trump podría cambiar los tipos arancelarios de sus vecinos regionales, y saben que los importadores estadounidenses están contemplando la posibilidad de trasladar la producción a los lugares donde las exportaciones cuesten menos.

Patrick Soong es propietario de una empresa en Portland, Oregón, que ayuda a las empresas a diseñar y fabricar en Asia desde maletas hasta dispositivos médicos y accesorios para cámaras. Ha estado esperando a que se aclaren los aranceles recíprocos antes de seguir adelante con fábricas en Vietnam, China, Tailandia y Filipinas. La salva de Trump del lunes no ayudó.

“Al ser el 1 de agosto la nueva fecha, parece que nuestras decisiones y las de nuestros clientes se van a retrasar otras tres semanas y media”, dijo Soong. “Por el trabajo que hemos realizado, no tiene sentido apretar el gatillo en ninguna dirección empresarial concreta hasta que se hayan determinado los aranceles de los cuatro países”.

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